martes, 23 de junio de 2009

AZTECAS

Una variante poco conocida de la leyenda de la Princesa Donají es la que se narra azteca en el Istmo de Tehuantepec. Aquí la historia no tiene que ver con la belicosidad de los pueblos mixtecos y zapotecas, sino con la raza zapoteca y el hombre blanco. Impregnada más del sentimiento amoroso del pueblo istmeño, aquí se nos presenta el sacrifico de la mujer zapoteca ante un amor imposible. El contexto y parte de la historia se transforma, pero los elementos verosímiles y los valores que pregona se mantienen inalterables: Donají es una princesa zapoteca, valiente, que elige el sacrificio antes que faltar a una promesa, que en este caso es de amor.

El rey Cosijopí, heredero directo de las hazañas de sus antepasados, era un terrible indio indómito, de bronceada tez, que tenía una hija, la bella Donají. Este rey gustaba de tener distintos lugares como centro de sus correrías para defenderse de sus enemigos, los mixtecos, los aztecas y especialmente los conquistadores españoles. Por ello mismo llegó a instalarse en el punto denominado Cerro Venado -de Dani , cerro, y Dixhina , venado-; en la cima de Dani Dixhina edificaron su palacio estando en inmediaciones del pueblo de Tlacotepec.

La joven princesa tenía la costumbre de dar sus cortos paseos matinales por lugares cercanos a su palacio y en uno de tantos descubrió un pequeño río que en su trayectoria formaba una caída, una cascada formando una laguna. Las aguas desembocaban en ella pasando sobre una enorme piedra llana y saliente, de tal manera que por debajo quedaba una cueva grande que mucho le agradó y le llamó su atención, convirtiéndola en su baño natural. En la actualidad este lugar es conocido con el nombre de Guela Bupu, de Guela, hondo, y Bupu, espuma, (hondo espumoso) que producen las aguas en su caída. Sin embargo la princesa Donají no dejó su costumbre de dar sus paseos matinales por los cercanos bosquecillos, ya que a ellos afluían diversidad de pajarillos de vistosos plumajes o de admirables cantos que ella gustaba de ver y oír.

Después del paseo solía bañarse en Guela Bupu, y a veces gustaba alejarse de sus propios dominios. Un día se alejó tanto que, no hallando el camino para regresar, se dispuso a descansar al pie de un frondoso pochote, quedándose dormida profundamente. En tal estado la encontró un capitán castellano quien sólo se concretó a mirarla y admirarla. Deslumbrado por la belleza india que tenía a la vista, no la turbó hasta que el despertar fuese natural. Despierta ya y espantada por la presencia del blanco junto a ella, se alejó y corrió hacia su palacio, donde halló a sus padres muy alarmados por haberse tardado en regresar, habiendo enviado a sus guardias a buscarla. Al día siguiente y como de costumbre, salió a su paseo a bañarse en el Guela Bupu; encontrándose con el blanco forastero a su regreso, quien le habló de sus amores, siendo correspondido por ella.







No hay comentarios:

Publicar un comentario